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UN EQUIPO CIENTÍFICO COORDINADO POR LA UVA ESTUDIA EL EFECTO DEL CLIMA EN EL PINO NEGRO DE PIRINEO

Fuente: Gabinete de Comunicación de la UVa

Al valle de Boí, en la provincia de Lleida, llegaron entre los siglos XII y XIII maestros canteros lombardos. Traían consigo un estilo arquitectónico innovador, el románico propio del norte de la península Itálica, y dejaron iglesias de campanarios esbeltos y frescos coloridos, actualmente patrimonio de la humanidad. Casi diez siglos después, aún quedan testigos del paso de estos grandes arquitectos.

En un paisaje de picos afilados y aguas tortuosas, persisten pinos negros de varios cientos de años en las zonas elevadas de esta parte de los Pirineos.

Por medio del estudio de ejemplares de estos pinares, un equipo científico internacional coordinado desde la Universidad de Valladolid, ha podido observar el efecto de los cambios climáticos en la alta montaña. Los bosques de estas coníferas han crecido más durante periodos cálidos y actualmente lo hacen con el mayor vigor.

Los lagos Gerber y Cabanes se encuentran dentro del Parque Nacional de Aigüestortes y Estany de Sant Maurici, junto al valle de Boí y sus iglesias románicas. Allí perviven, a más de dos mil metros de altitud, bosques de pinos negros (Pinus uncinata) que destacan por su longevidad.

 

Por medio del estudio de los anillos de crecimiento de los troncos, denominado dendrocronología, un equipo del Instituto Pirenaico de Ecología (CSIC) y de las universidades de Valladolid (UVa), Johannes Gutenberg (Mainz –Maguncia en castellano-, Alemania) y de Cambridge (Reino Unido) han reconstruido los avatares de estos árboles.

Los bosques ganaban terreno en periodos de bonanza climática, como en periodo cálido medieval en los siglos XIII y XIV, cuando en Escocia había viñedos, y retrocedían, como en la pequeña edad de hielo, en los siglos XVII y XVIII, cuando el Ebro se helaba de forma relativamente frecuente.

Los pinares negros vuelven a expandirse en la actualidad, refleja el trabajo de investigación, publicado recientemente en la revista científica Canadian Journal of Forest Research, y lo hacen al mayor ritmo desde el Medievo.

“En un ecosistema de alta montaña como este, con pocas especies arbóreas, los periodos cálidos favorecen el establecimiento de estos pinos, lo que incrementa la densidad y extensión de estos bosques”, explica Gabriel Sangüesa, coordinador del estudio y adscrito al Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible (iuFOR), del campus de Palencia, y a la Escuela de Ingeniería de la Industria Forestal, Agronómica y de la Bioenergía, del campus de Soria.

El mayor crecimiento, en la actualidad
Desde los años 50 del siglo XX, el reclutamiento de pinos negros ha sido el mayor de los últimos 700 u 800 años. El reclutamiento de un árbol hace referencia a su germinación y su posterior supervivencia. Según subraya Sangüesa, esta expansión y este afianzamiento de árboles “se pueden correlacionar con el calentamiento global actual”. La expansión de esta especie tiene efectos para la actividad ganadera local en la disminución de los pastos de montaña.

El estudio dendrocronológico no solo ha ayudado a conocer la evolución de estos bosques pirenaicos, sino también prever su evolución futura. Generalmente, por medio del estudio de los anillos de crecimiento, los científicos pueden conocer las vicisitudes del árbol: etapas de sequía con anillos de crecimiento más estrechos, efectos del fuego, periodos de abundancia de recursos con círculos concéntricos más abiertos.

El equipo científico eligió este entorno tanto por la longevidad de los árboles como por ser un lugar poco perturbado por el ser humano en el último milenio. Además del tañer de las campanas de las iglesias románicas del valle, al parque nacional han llegado pocos testimonios de los asentamientos humanos más próximos: apenas leñadores o pastores subían a los lagos a por madera o prados para su ganado.

ESTUDIOS DE LA CÁTEDRA DE MICOLOGÍA CONCLUYEN QUE LA BIOMASA AGROFORESTAL ES MÁS BARATA QUE LOS COMBUSTIBLES FÓSILES

Fuente: Gabinete de Comunicación de la UVa

La Cátedra de Micología de la Universidad de Valladolid, que patrocina la Diputación de Palencia y se ubica en la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias del Campus de Palencia, ha desarrollado varios estudios sobre la gestión forestal y su repercusión en los hongos comestibles y trufas.

La conclusión más sobresaliente ha sido que la gestión forestal no solo resulta positiva para el aumento y conservación de estos hongos sino también para la misma protección de los bosques y su biodiversidad de flora y fauna.

Según explica el director de la Cátedra y profesor de Botánica Forestal de la ETSIIA, “habíamos comprobado que la roza discontinua de matorrales que se hace para prevenir incendios forestales favorecía a numerosas especies de plantas y de animales pero parece ser que si se aprovechan racionalmente los residuos conseguimos evitar la quema de combustibles fósiles, perjudicial para el medio ambiente y el clima global”.

La energía generada por la biomasa forestal se considera "el carbón neutro" porque el CO2 que es liberado forma parte del ciclo atmosférico natural del carbono. Por el contrario, los combustibles fósiles aumentan el nivel de CO2 en nuestra atmósfera porque han secuestrado su carbón durante milenios profundamente en la Tierra.

Incluso desde el punto de vista de la contaminación a escala general resulta más saludable el empleo de la biomasa forestal en las grandes ciudades para evitar los graves episodios debidos a la circulación de vehículos y las calefacciones en regiones continentales europeas como Madrid.

En inviernos muy fríos como el actual en el que se realiza un elevado gasto de energía es cuando se comprueban las ventajas ambientales pero también económicas y sociales del uso de la biomasa forestal. Al usar la biomasa disminuimos la gran dependencia de nuestros países con los combustibles fósiles. Al calentar nuestros hogares y centros de trabajo con biomasa forestal contribuimos decididamente a la paz y al desarrollo rural, añade el profesor Oria de Rueda.

Una buena gestión del matorral forestal

En los años secos, muchos matorrales, como brezales y escobonales de zonas montañosas mueren, lo que resulta un hábitat de muy escaso valor para la flora y la fauna además de constituir un alarmante peligro de incendio forestal. Hemos comprobado que los jarales y brezales senescentes no solamente resultan de escasa producción de recursos sino que pueden agudizar los peligros de incendio de los bosques.

Esta gestión del matorral puede maximizar los valores ambientales, como favorecer a la fauna silvestre, las orquídeas amenazadas y las plantas protegidas y escasas de las diversas comarcas. Se ha comprobado cómo numerosas orquídeas, bellas especies vegetales amenazadas de nuestra flora se veían claramente favorecidas en los parajes en los que se habían realizado raleos o claras del arbolado muy denso o en donde se había desbrozado correctamente el matorral seco con vistas a la producción de pellets y astillas para calefacciones. Esto no quiere decir que cualquier corta y roza de vegetación sea beneficiosa.

El establecer en cada caso un apropiado mosaico paisajístico de parcelas en cada monte maximiza los valores ambientales de conservación del suelo y la biodiversidad. Hacerlo de forma descabellada o irracional perjudicaría notablemente a la naturaleza.

En los montes en los que se realizan tareas apropiadas de aprovechamiento de la biomasa se mantienen zonas abiertas intercaladas con otras densas de refugio, muy buscadas por animales como el conejo, la liebre y la perdiz roja, que a su vez sirven de alimento a especies faunísticas tan amenazadas como el águila imperial ibérica o el águila de Bonelli.

Con esta gestión se facilita además el control de la población excesiva de jabalí, que rehúye las áreas aclaradas donde resulta mucho más visible. “Aclarando el monte excesivamente tupido se facilita la recuperación de la producción de trufas, hongos que necesitan estos ambientes raleados, además de evitarse la anormal proliferación de los jabalíes que levantan y aniquilan con temible efectividad la producción de este apreciado hongo subterráneo”, explica Juan Andrés Oria de Rueda.

De igual manera que se certifica que la madera procede de explotaciones ecológicamente sostenibles también podemos avalar que una explotación de biomasa para producción de electricidad o suministro a calefacciones procede de la gestión apropiada de los bosques y matorrales en equilibrio con la conservación expresa de la flora y la fauna, como realiza la Cátedra de Micología actualmente.

Existen además grandes ventajas sociales, pues se generan multitud de puestos de trabajo y empresas en el ámbito rural, sobre todo en comarcas marginales y montañosas.