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LA UVa ESTUDIA LA RELACIÓN ENTRE CAMBIOS CLIMÁTICOS Y CULTURALES EN LA PREHISTORIA RECIENTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

Fuente: Gabinete de Comunicación de la UVa

Un grupo de investigadores del Departamento de Prehistoria de la Universidad de Valladolid (UVa), la Universidad de Nuevo México (Estados Unidos) y del Instituto de Historia del CSIC, dirigidos por la investigadora de la Universidad de Iowa (Estados Unidos) Katina Lillios, ha llevado a cabo un novedoso estudio experimental en el que aplican indicadores indirectos –denominados proxies- para profundizar en la relación existente entre cambios climáticos y transformaciones culturales y demográficas en la península Ibérica en la Prehistoria reciente.

El estudio se centra en un periodo concreto del Holoceno (la última y actual época geológica), el denominado evento 4.2 (hacia el 2200 antes de Cristo), en el que se produjeron las mayores transformaciones ambientales y culturales en la península Ibérica y que coincide con la transición entre la Edad del Cobre o Calcolítico y la Edad del Bronce.El trabajo, que ha sido publicado en la revista ‘Quaternary Science Reviews’, se enmarca en un proyecto de investigación financiado por la National Science Foundation de Estados Unidos.

Los investigadores seleccionaron tres grandes áreas de estudio en el Noroeste, Suroeste y el Sureste de la península, cada una de ellas representativas de trayectorias históricas y condiciones ambientales diferentes. “Como no podemos acercarnos directamente al clima o a la demografía del pasado, se exploraron indicadores o líneas de evidencia indirectas e independientes entre sí –proxies- de la actividad humana y del paleoclima”, explica el historiador de la UVa que ha formado parte de este equipo científico, Antonio Blanco González.

En particular, se han utilizado tres indicadores indirectos: carbono 14, carbono 13 y palinogramas (polen fósil). En cuanto al isótopo inestable carbono 14 o radiocarbono, que se utiliza desde finales de 1970 para datar eventos arqueológicos, aporta datos que vienen empleándose en la última década como indicio indirecto y relativo de actividad humana y demografía.

Por otro lado, los valores del isótopo estable carbono 13, que se reportan simultáneamente con las dataciones de carbono 14, podrían servir como indicador de tipo paleoclimático a través de una fórmula diseñada por el equipo investigador, de modo que un menor valor de este indicador se relacionaría con mayor aridez en el pasado y a la inversa. Finalmente, se han empleado 24 secuencias de polen fósil de alta resolución publicadas en la literatura y procedentes de depósitos naturales indicadores indirectos del paleoclima.

Trasvase de población del suroeste hacia el sureste

Según los resultados del estudio, el noroeste de la península es la zona con mayor estabilidad en el tiempo. “Sabíamos que el cambio cultural era muy moderado antes y después del evento 4.2. El trabajo nos ha mostrado además que su crecimiento poblacional fue sostenido, acorde con un crecimiento vegetativo natural y sin diferencias estadísticamente significativas”, apunta Blanco.

En lo referente al clima, agrega, “cambió paulatinamente hacia condiciones más frías y secas, sin que se hayan observado eventos bruscos hacia condiciones de signo opuesto, por lo que no se detectaron inflexiones reseñables coetáneas al evento 4.2 en la zona, cuyo impacto parece poco relevante”.

En relación al Suroeste peninsular, se conocía un cambio cultural notable entre el Calcolítico y la Edad del Bronce, reflejado por ejemplo en los enseres, poblados o las formas de vida. Los resultados del trabajo indican un acusado incremento de la población durante el Calcolítico, previo al evento 4.2.

 

“El volumen de población alcanzó su momento álgido alrededor del 2800 antes de Cristo. En contraste, durante la Edad del Bronce y de forma sincrónica al 4.2 se observa un aumento abrupto de la aridez ambiental paralelo a un descenso acusado de la señal antrópica. Es decir, que desde 2200 antes de Cristo el contingente de población en la zona se desplomó, siendo ese descenso estadísticamente distinto a la tendencia esperable de haber seguido una tendencia de aumento paulatino”, detalla el investigador.

Por último, en el Sureste se había detectado previamente una marcada discontinuidad entre cómo se vivía en el Calcolítico (cultura de Los Millares) y en la Edad del Bronce (cultura de El Argar). La investigación ha mostrado, en este sentido, que el evento 4.2 “sí pudo tener un fuerte impacto local, con una notable tendencia hacia condiciones más secas (un aumento de incendios forestales, la extensión de formaciones vegetales xerófilas –vegetación especialmente adaptada para la vida en un medio seco- como los encinares y una fuerte reducción de las hidrófilas, como los robledales), mientras que la población siguió una tendencia en aumento, sin desviaciones significativas”.

Trasvase de población del suroeste hacia el sureste

Por otro lado, la comparación entre las distintas regiones ha permitido al equipo de investigación sugerir, por vez primera, un posible trasvase de población desde el suroeste hacia el sureste, un factor que puede ayudar a comprender mejor la formación de la organización social de El Argar.

“Hemos comprobado que se pueden utilizar estos proxies como indicadores del cambio en el paleoclima y del impacto de la actividad humana en el pasado, es decir, permiten detectar las señales que han dejado estas transformaciones en el registro fósil”, detalla el investigador de la UVa, quien añade que estos resultados ilustrativos y prometedores deberán ser verificados en posteriores trabajos que ya están en marcha.